sábado, 27 de julio de 2019

Encuentro internacional de pedagogía crítica y educación popular

Vídeo sobre mi participación en representación de FUNPROCOOP durante el Encuentro internacional de pedagogía crítica y educación popular, que se desarrollo en la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" - UCA, El Salvador, del 3 al 5 de mayo de 2018.

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martes, 9 de julio de 2019

A BALAZOS NOS (D)ESCRIBIMOS


A BALAZOS NOS (D)ESCRIBIMOS
SOBRE EL ABORDAJE DE LA VIOLENCIA EN LA LITERATURA SALVADOREÑA

Erick Tomasino

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Se ha vuelto común la apreciación de que la violencia es uno de los principales problemas del país. Es casi un tema insoslayable de conversación en diferentes ámbitos y por ende de preocupación al intentar explicarla y mucho más resolverla; y en el caso particular de la literatura un tópico relevante aunque esta se exprese a nivel descriptivo solamente. Pero debido a la complejidad del fenómeno no exista una idea común de cómo entenderla.

Cuando escuchamos la palabra violencia, irremediablemente nos remitimos a los hechos criminales que suceden diariamente y que tienen que ver con actos delictivos relativos a asesinatos, asaltos, agresiones, etc., cuya responsabilidad es asignada casi de manera automática a los grupos de pandillas juveniles conocidos como “maras”. Hecho que ha sido colocado por la prensa de tal manera que se considere el principal problema en El Salvador; sin embargo, ello es sólo una forma en la que se expresa la violencia y que en todo caso, también es consecuencia de otra forma superior pero a la vez invisible: la violencia estructural.

Por violencia -nos dice Martín-Baró- “hay que entender la aplicación de una fuerza excesiva a algo o alguien, mientras que por agresión se entiende la violencia dirigida contra alguien con la intención de causarle daño. Violencia y agresión son conceptos que arrastran una valoración negativa, aunque hay muchas diferencias en el sentido con que los psicólogos emplean estos términos. (MARTÍN-BARÓ, 1997: 421).

En tal sentido, hay una diferenciación sustancial entre la violencia y la agresión. Esta última muchas veces confundida con la primera y concebida como la única forma de violencia. Por ello, la perspectiva histórica es necesaria para encontrar el sentido psicosocial de las diversas formas de violencia.  En la época en que Baró escribió el texto citado (conflicto armado) el autor identificaba tres principales formas de violencia que se distinguen en la vida social de El Salvador: “la violencia delincuencial, la violencia represiva y la misma violencia bélica”.

En la actualidad podríamos decir que la que más se asume es la delincuencial; no obstante la forma superior a la que quiero hacer referencia es a la violencia estructural que tiene que ver con el sistema de organización social y económico que promueve la explotación, la dominación, la opresión como ejes esenciales para su reproducción, sino veamos como violento el hecho de que en país como El Salvador, apenas 160 personas concentran el 80% de la riqueza y que grandes empresas evadan impuestos por unos US$372 millones. También resaltar que en la actualidad se manifiesta en el tráfico de armas, drogas y personas como ejes de acumulación capitalista, pero que no se asumen como actos violentos dentro de un sistema que se basa en ellos para subsistir.

Por otro lado, Peter Waldmann, citado por Kohut (1999), en su artículo sobre la violencia política, distingue entre violencia personal, institucional y estructural. La violencia personal es definida como “una interacción social que se caracteriza por la imposición de pretensiones y esperanzas o, más simplemente, por el enfrentamiento corporal directo”. La violencia institucional, por su parte, es “el poder de mandar sobre otras personas, apoyado en sanciones físicas, que se concede a personas que ocupan ciertas posiciones”. Finalmente, su concepción de la violencia estructural, inspirada en la del investigador noruego Galtung, la define como “la causa de la diferencia entre la realización somática y espiritual del hombre y su realización potencial”. La violencia estructural no se puede imputar a una persona o institución determinada, sino —de una manera algo vaga— a las circunstancias reinantes que impiden; por ejemplo, que un enfermo pobre reciba el tratamiento médico adecuado. Este ejemplo hace ver que la violencia estructural pertenece, en última instancia, al campo de la violencia institucional, porque es la consecuencia de una situación política en el sentido más amplio. (KOHUT, 1999:195). Yo sumaría otra expresión de la violencia que no necesariamente tiene connotaciones negativas y esa es la violencia “revolucionaria” o de “resistencia”, como fuerza cuyo objetivo es romper los equilibrios existentes para transformar la realidad y socavar las estructuras que generan y reproducen la violencia.

Es así que para incorporar al análisis de la violencia en la literatura, es necesario primero apartarnos de todo apriorismo negativo e identificar por un lado el equilibrio existente y por otro asumir que la violencia es la fuerza que rompe con ese equilibrio. Cuál es el equilibrio y cuál es la fuerza que la rompe nos permite tomar postura para su abordaje.

A partir de lo anterior propongo analizar la violencia en la literatura a partir de su doble carácter: 1) la que aborda literalmente la violencia y sus distintas expresiones o formas y 2) la que es violenta en cuanto pretende la ruptura del canon dominante, buscando formas propias o novedosas.

Dicho esto, cuando se habla de violencia en la literatura es importante comprender los momentos históricos en los que desde la narración o la poesía, ésta ha asumido una posición o bien de seguimiento o aplicación a la literatura ya conocida o bien, de ruptura con los cánones establecidos. Para identificar el abordaje de la violencia en la literatura, quiero hacer distinción sobre el énfasis en las formas de violencia que abordan identificando períodos que podrían ser los establecidos por los momentos políticos de la historia salvadoreña definidos a partir de la guerra y conflicto armado, es así que se habla de una literatura de pre-guerra, durante la guerra y de post-guerra.

Sin ser exhaustivo se podría decir que el abordaje que ha hecho la literatura de la violencia tiene que ver con los períodos históricos en los que se ha desarrollado, enfatizando una u otra forma de la violencia; es así que en el caso de El Salvador se destaca en la literatura de “pre-guerra” elementos de la propaganda política con una opción y postura clara, usando un lenguaje violento en contra la pasividad de la palabra que en aquella época se consideraba a la tradición literaria nacional, teniendo a Oswaldo Escobar Velado quizá como su principal referente a la que le siguieron escritores de la Generación Comprometida.

En tanto que la literatura del período de guerra está marcada fuertemente por un testimonio militante, de contar experiencias de participación en el conflicto través de una “estética utópica” como diría Beatriz Cortéz (p. 24) que particularmente supera al momento político pues aún luego de la firma de los acuerdos de Paz en 1992 y más aún por ello, se amplió la producción literaria publicada con la narrativa testimonial que muchos excombatientes dieron a conocer.

Mientras que la literatura de post-guerra se define bajo “una sensibilidad que ya no expresa ni esperanza ni fe en los procesos revolucionarios utópicos e idealistas” (Idem.). Atención aquí que quisiera remitirme a no definir períodos como momentos estancos, sino más bien entender que existe un período de transición quizá inivisibilizado por haber olvidado la mirada a la producción de la literatura “durante la guerra” (al respecto ver los artículos de opinión de Vallejo-Márquez sobre “la generación olvidada”).

Los autores de los primero dos períodos señalados, adoptan una posición de denuncia frente a la violencia estructural y una posición a favor de la violencia revolucionaria, como parte del proceso por alcanzar un proyecto político popular. La denuncia de una violencia que proviene, en gran parte, de un sistema social excluyente, que no permite la participación de todos en una comunidad, pero que su vez se reconoce como miembro de un sujeto colectivo con potencialidades transformadoras; contrario al del período de post-guerra. “el tema de la violencia –dice Kohul- en tiempos democráticos, tema más difícil en cuanto que no conlleva la oposición blanco y negro propia de los tiempos de la dictadura. El estado ya no es, a priori, el enemigo, ni la resistencia armada puede estar, a priori, justificada.” (op cit. 208). Por lo que el abordaje de la violencia se va retomando, cuando lo hace, a las formas de violencia personal.

La literatura de la violencia en la actualidad podría bien referirse a aquella que aborda la violencia criminal (delincuencial) desde lo cotidiano o desde una perspectiva de la agresión. Para ello, el ejemplo característico en Latinoamérica -dice Orrego (2013) es el de la narrativa colombiana que ha propuesto el modelo conocido como “novela sicaresca” término se le atribuye al escritor y columnista Héctor Abad Faciolince, quien lo usó inicialmente en la década de 1990 para referirse a todas aquellas novelas y películas que tenían como protagonista un sicario, un adolescente quien mata por dinero. El término se usa al comparar este tipo de novelas con la picaresca española, tan popular durante el Siglo de Oro. Ambas siguen características muy similares, dentro de las que se pueden destacar el protagonista antihéroe con un pasado desconocido; el protagonista quiere mejorar su situación de vida pero fracasa; y el uso del naturalismo y realismo para describir los aspectos más desagradables de la realidad.

Por ello no sería sorpresivo que a partir de una percepción desde el sentido común, en El Salvador se instaure una literatura de la mara, lo cual me parece que inició en el campo de los audiovisuales con lo logrado por el documental “La vida loca” de Christian Poveda, quien al presentarnos la cotidianidad de un grupo de una pandilla, consigue uno de los objetivos de toda narrativa: identificarnos con el personaje. Herencia que vemos continuada aunque un poco más matizada en la película “Malacrianza”. En cambio podemos encontrar, si se le puede ubicar de esa manera, a la narrativa periodística de corte criminal, como el que realiza un periódico digital que bajo una cortina de “periodismo de investigación” nos presenta situaciones que tienen que ver con el lado humano del crimen y que logran el objetivo de que muchos de sus lectores lo retomen como hechos explicativos de un fenómeno social, logrando el objetivo señalado de identificarnos con el sujeto de la historia hasta tal punto de considerarlos víctimas inocentes de la marginación y que muchas personas leen con desorbitado morbo.

En lo personal me parece más aleccionadora y temeraria me parece la propuesta del hondureño Jorge Martínez Mejía en su libro “El mundo es un puñado de polvo” en la cual los protagonistas son miembros activos de una mara y que en el desarrollo de la historia nos lo presentan no como viles vándalos, sino como seres humanos con historia, que crecen en ciertos contextos y ciertas relaciones que los van llevando finalmente a ser quienes son. En el país me parece necesario resaltar y sin ser exagerado, una obra de ruptura con el poemario “El Disparo” de Luis Borja, quien desde un lenguaje poético pero directo aborda varias dimensiones de la violencia aunque todavía no se profundice -y no debería ser su objetivo- en formas de violencia más estructurales  y cuya propuesta está siendo retomada por otros poetas coetáneos, no así en la narrativa que si bien trata de formas de violencia me parece que no logra su cometido por ser escritos desde la pedante comodidad de los escritorios de la diáspora que no vive el día a día del “paniqueo colectivo”.

Cabe señalar que existe el riesgo de institucionalizar el tema de la violencia (de la violencia criminal) en la literatura frente al ansia de la industria editorial por encontrar el Tema que despierte pasión y morbo en potenciales lectores y no de encontrar en ella la posibilidad de comprenderla en su contexto específico; más aún, que se imponga una sola visión porque es lo que demanda un público acostumbrado al morbo y la superficialidad.

Para finalizar quisiera enfatizar que en este caso habría un riesgo de instalar una literatura de la violencia (o literatura de la mara más en específico) como el nuevo canon en la producción salvadoreña, como de algún modo se ha institucionalizado el tema del narcotráfico en la producción artística colombiana; en ese sentido, aquella literatura marginal o subalterna puede pasar a ser la literatura dominante y “oficial”, “canónica” que escribe sobre lo “violento”, pero que deje de ser fuerza que contraste contra el equilibrio de la industria literaria del entretenimiento.

San Salvador, 17 de noviembre de 2016.


DOCUMENTOS CONSULTADOS:

CORTEZ, Beatriz. (2010). Estética del cinismo. Pasión y desencanto en la literatura centroamericana de postguerra. F y G Editores. Guatemala.
MARTÍN-BARÓ, Ignacio. (1997). Acción e Ideología. Psicología social desde Centroamérica (I). UCA Editores. 8° edición.
KOHUT, Karl. (1999). Política, violencia y literatura. Congreso Anual de la Asociación Alemana de Investigación sobre América Latina (ADLAF). Hamburgo.
ORREGO, Jaime. (2013). Literatura y violencia en Colombia: del fracaso de la sociedad y el estado, a la búsqueda de la solución. Seminario Permanente de Humanidaes. 7 de agosto.

IDEAS NO CONCLUYENTES SOBRE LA EDUCACIÓN POPULAR

Erick Tomasino

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Entendemos la Educación Popular como una propuesta pedagógica desarrollada desde los sectores populares y enriquecidos por sus experiencias en los procesos de transformación de la sociedad en un contexto condicionado. Por ejemplo los planteamientos de Paulo Freire se originaron desde el contexto en el cual vivió, no son el producto de una idea aislada fuera de la realidad; sino que estos planteamientos se dan en un período de dictaduras militares en Latinoamérica y el auge del período revolucionario. En ese sentido los modelos educativos responden a contextos e intencionalidades políticas e ideológicas, no son al azar ni se dan en el vacío.

Práctica educativa: teoría del conocimiento puesta en práctica

La formación –en este caso- es el conjunto de acciones en el campo del conocimiento que fortalecen los procesos que llevan a cabo las organizaciones populares. Son procesos educativos que tienen que ver con la producción, transmisión y reproducción del conocimiento. Esto es intencionado y tiene que ver con un sistema coherente de procesos formativos para orientar las acciones en función del logro de los propósitos de la causa popular.
Todo lo que tiene que ver con procesos de enseñanza-aprendizaje, son prácticas educativas con toda una teoría que las sustentan; la educación es poner en práctica esa teoría, es poner en práctica nuestra concepción del mundo y la realidad y nuestras aspiraciones y sueños de cómo quisiéramos el mundo y más aún para elevar nuestro nivel de comprensión de la realidad.

La Educación Popular no es neutra, tiene opción y rumbo político

La historia de la educación nos demuestra que ninguna pedagogía es neutral. Desde el momento que nos definimos como educadores populares, estamos diciendo que tenemos una opción preferencial por la clase trabajadora y cuando hablamos del rumbo, estamos diciendo que la Educación Popular tiene que orientar la construcción de otro mundo más justo, más equitativo, más incluyente. El doble carácter de la Educación Popular es el denunciar las viejas estructuras de dominación y explotación pero a la vez es anunciar nuevas estructuras que sustenten un mundo más justo y equitativo.

Punto de partida: contexto económico, político, ideológico, cultural

El punto de partida es la práctica ejercida en el contexto económico, político, ideológico y cultural de la persona y el grupo del que forma parte; el contexto donde los grupos viven y materializan su concepción de la vida. A veces iniciamos con una pregunta. A veces podemos iniciar con una noticia o las personas cuentan algo, y desde ese punto de partida comenzamos a reflexionar. Esto nos sirve como un diagnóstico del grupo. Para ello priorizamos el diálogo.

La Educación Popular inicia con una provocación del educador o una demanda del educando, o un acontecimiento del contexto

Si bien el punto de partida es la práctica, cual es el punto de entrada es decir: ¿Cómo iniciamos un proceso de formación sin ser imponentes, sin ser verticalistas? Muchas veces los procesos de formación inician con una provocación del educador, a veces inician con una demanda del grupo o a veces inicia con un acontecimiento del contexto. Nosotros provocamos la discusión, hacemos preguntas para provocar, quitar la venda de los ojos implica no darlo todo como un hecho inamovible. Otras veces iniciamos con una demanda del grupo, entonces tenemos que llegar entender en qué momento está el grupo, en qué momento está la persona para partir de ahí, se parte de la demanda concreta del grupo.
No está de más recordar que un programa de formación que organizamos hoy no es que el mismo programa de hace 10 años, se hace ahora, de acuerdo a las particularidades de cada grupo; es decir que cuando decidimos iniciar un proceso de formación, tenemos que pensar en qué contexto se va a realizar para debatir desde ese contexto. Se necesita de la teoría, pero como un momento de análisis de la realidad. No pretendemos hablar de manera abstracta ni recitar toda una serie de conceptos aunque sean los más revolucionarios, si bien no desechamos el conocimiento acumulado, es importante saber cómo eso se está reflejando hoy en la práctica y en la vida cotidiana de las personas.

Educador y educando dos actores de una misma escena

En un proceso de aprendizaje que se dice horizontal, no se trata de colocar en el mismo papel al educador y al educando y hacer un “coro que canta a una sola voz”, tampoco es que sea una misma persona desarrollando un monólogo, es definir los roles, en un momento determinado se puede definir quien ejerce el rol de educador y luego se puede cambiar, lo importante es aclarar en qué momento se asume un rol, no somos sólo educadores para siempre ni sólo educandos para siempre.
La manera de elegir los roles es en sí una manera de ejercer nuestra concepción del mundo. Sin embargo a veces se puede dar por “autoselección”, porque a veces no podemos esperar y se asume por experiencia, porque creemos que es importante iniciar, pero compartimos a las personas nuestro rol. No es decir qué hacer pero si facilitar la toma de decisiones, porque tenemos algunos elementos, algunas herramientas que pueden apoyar la facilitación.

La Educación Popular no es sólo talleres, está en la movilización, la organización

Nadie es ajeno a la política, aún si la gente dice que no se quiere meter en política cada toma de decisiones y la ejecución de las decisiones es hacer política. Entonces Educación Popular tampoco es sólo ir a la ‘capacitación’, la Educación Popular, está en la movilización, en la organización, está incluso en la fiesta popular. Es compartir nuestros sueños, nuestra frustración, nuestra alegría, donde están los sentimientos de la gente, está en la confianza afectiva que es muy importante para establecer la confianza política.
Pensar que lo popular es hacer escuelas en todas las regiones más lejanas o que es simplificar el conocimiento para los “ignorantes” en manualitos con dibujos simpáticos, asumiendo que las personas han sido, son y serán ignorantes, es negar a la Educación Popular como una práctica pedagógica que aporta a la clarificación de las conciencias de la clase trabajadora. Partir de la realidad de las personas no significa quedarnos en esa realidad, debemos acompañar a las personas a avanzar en la comprensión de la realidad.

Coherencia práctica – teoría

No puedo hablar de la transformación de la realidad si no estoy convencido que la realidad es transformable.
La Educación Popular tiene una opción y un rumbo político a favor de la clase trabajadora, eso nos demanda mayor coherencia entre la práctica y la teoría, entre lo que decimos y lo que hacemos. Como el mismo Freire nos lo explica: “Yo no puedo enseñar a amar, puedo hablar de amor, dar conceptos sobre el amor, pero tengo que tener la capacidad de amar, amando puedo hablar sobre el amor”. Encontrar la coherencia es un desafío permanente en un mundo incoherente.

Intencionalidad ¿para qué lo hacemos?

Podemos diseñar procesos de formación, capacitaciones, foros, no importa como la hacemos, lo importante es la intencionalidad con que lo hacemos, para qué queremos hacer eso. Para qué queremos proponer a la gente cierta temática, en función de qué, porque hay una intencionalidad política, aprendemos con las demás personas a utilizar ese centímetro de poder. Lo que diferencia a la Educación Popular de otras prácticas educativas es su aporte a la conquista de la emancipación en favor de los oprimidos.

Preparar el máximo aunque hagamos el mínimo

Cuando definimos la intencionalidad, cuando se prepara un esfuerzo se hace planificando el máximo aunque en la ejecución hagamos el mínimo; esto significa hacer una planificación como si se fuera a hacer todo lo que está ahí escrito, pero sabemos que en el hacer muy probablemente no lo hacemos todo; sin embargo, es peor preparar lo menos y el grupo exige más y no estamos preparados. Planificar es elaborar el mapa que llevamos para avanzar en nuestro camino.

Método es encontrar el camino más cierto

El método es encontrar el camino cierto. Método viene del latín metodus que a su vez viene del griego meta hodus, que significa caminos para alcanzar la meta. No hay un método, un solo camino, hay varios, para cumplir las metas propuestas que vayan en rumbo de esa construcción, hacer Educación Popular y formación política no es utilizar la misma técnica para hablar sobre cualquier tema. Podemos abordar cualquier tema, siempre y cuando tengamos claro para qué lo hacemos, para ello debemos acertar el camino.

Animar la creatividad del grupo

Ese método tiene que estar orientado a animar la creatividad del grupo, pues hay métodos para imponer, hay métodos para que la gente repita lo que nosotros queremos que diga. En la escuela nos dicen lo que tenemos que hacer, nos niega la creatividad. En Educación Popular la gente tiene que estar preparada para responder ante cualquier coyuntura, por eso hay que animar la creatividad del grupo, que no depende del líder, del dirigente o del comandante que tiene que estar diciendo siempre qué se va hacer; las personas tienen que dar respuesta en cualquier momento, con las condiciones que tenga; ahí se evidencia que se ha hecho un buen trabajo. Es autoritarismo esperar que nos digan qué hacer.

Amarre, síntesis, conclusión

Quien hace de educador popular tiene la facultad de hacer síntesis, no actúa como director de una subasta quien que solo dirige quien tiene el uso de la palabra, significa entender lo que nos están diciendo. En los procesos educativos es necesario ir estableciendo puntos de llegada, conociendo conclusiones que no son eternas, si no del momento en el cual estamos. Abrimos un debate, una discusión, pero tenemos que juntar eso. Aquí lo participativo no es que toda la gente opine sobre todo y que cada quien se vaya a su casa con su misma opinión; sino que provocar el debate y que la gente opine –incluyéndonos a nosotros- es construir colectivamente el conocimiento.

Adquirir compromisos

Todo eso implica comprometer al grupo y comprometernos nosotros mismos; significa no hacer una jornada, hacer la dinámica, decir que todo está bien, dar el tema e irnos a la casa, aunque sea el contenido más acertado, es más importante que el contenido sirva para que la persona fortalezca sus acciones. No es para que sepamos del tema solo por saber, sino que eso sirva para fortalecer lo que ya hacemos. No es un compromiso por el plan operativo o el plan anual de una institución.
Por eso el educador popular es militante de la causa popular, porque más allá de que seamos asalariados, si sentimos que la causa es justa nos comprometemos con ella. No podemos hablar de transformar la sociedad si no militamos en una estructura que busque la transformación, por eso el educador popular no es un funcionario especialista que anda dando conferencias y capacitaciones en todos lados. Es de por si, un militante comprometido responsablemente con la causa popular.

No existen recetas

Aun con todo lo anterior, con este texto no aspiramos a recetar ¿Cómo se hace? Nunca nadie tiene todas las respuestas. Todo lo condiciona la práctica, las experiencias, la subjetividad, las ganas de hacer las cosas, los recursos. Hay que ser creativo, no podemos parar el proceso. El cómo no debe ser un problema -aun sabiendo que en Educación Popular no negamos el problema- sin embargo reafirmamos que el cómo se va dando en el proceso, por ello reiteramos que el carácter de la Educación Popular está en su intencionalidad, que además de tener una intencionalidad pedagógica tiene una intencionalidad política. Esto es, apenas un texto para seguir dialogando.

San Salvador, El Salvador. Marzo de 2011.

EDUCACIÓN POPULAR ORIENTADA A LA ACCIÓN POLÍTICA


Erick Tomasino

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Introducción

Desde hace más de 10 años la Fundación Promotora de Cooperativas ha estado impulsando un esfuerzo de formación político – pedagógico en Educación Popular para dirigentes y educadores del movimiento social en El Salvador, en el marco del programa coordinado de Educación Popular, Red Alforja.
Este documento ha sido inspirado a partir de nuestra experiencia en la Escuela Política Pedagógica Campesina 2008, de los interesantes debates y discusiones sostenidos junto con los y las demás participantes; de sus reflexiones, dudas, temores y también de sus sueños, convicciones y aspiraciones. Es por ello que este es un documento colectivo aunque en lo personal me haya tomado la tarea de redactarlo.
Este espacio para nosotros junto a los representantes de las organizaciones participantes, ha sido un detenerse en el camino, una estación para poder reflexionar, de concienciar junto con otros y otras el sentido de nuestras luchas, del porqué de lo que hacemos; así como de la intencionalidad, del para qué, de las mismas como tarea fundamental.
Si bien hablamos de transformar la realidad, siempre es importante especificar qué de esa realidad nos interesa transformar, cuales son nuestras capacidades, fortalezas, debilidades, vínculos para lograr hacerlo, pues en palabras de Eduardo Galeano “al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable”.

Nuestra concepción de Educación Popular

Reflexionamos sobre los aportes de la Educación Popular en la construcción de un proyecto político popular, menos excluyente, con relaciones de poder más horizontales; así también compartir cómo desde los centros de la Red Alforja concebimos la educación popular y su aporte al fortalecimiento de los movimientos populares. “La Concepción metodológica dialéctica, es una manera de concebir la realidad, de aproximarse a ella para conocerla y de actuar sobre ella para transformarla. Es, por ello, una manera integral de pensar y de vivir: una filosofía”. (Oscar Jara).
Entendemos por Educación Popular una educación que nos permite conocer la realidad para transformarla: transformarnos como personas, como colectivos y transformar a la vez el contexto político, económico, social, cultural con el cual interactuamos, con base en una acción política orientada de manera consciente, intencionada.
La educación popular es una acción política, que forma parte de la estrategia de los movimientos, no es simplemente la aplicación de dinámicas de grupo, que si bien como recurso pedagógico puede ser importante no se limita a ello. La aplicación de las técnicas se define en función de facilitar un proceso pedagógico de construcción de conocimientos y al servicio de una apuesta política que pretende implementar nuevas formas de gestionar el poder.
Por ello, dentro de la Educación Popular, la formación política está dirigida a militantes de movimientos como contribución a sus procesos de formación político-ideológica y no como un curso de técnicas participativas.
Compartimos con Ranulfo Peloso que “La Educación Popular es una pedagogía con rumbo y opción, y vuelve común una estrategia, la vuelve común colectivamente y de manera participativa (…) Se trata de calificar a la gente para la lucha de transformación social, no es un instrumento para proporcionar lo participativo. Es una herramienta para calificar a la gente que se dispone a la lucha social por transformar la estructura social y a la vez por transformarse a sí misma”. La educación popular tampoco es un acto de prestidigitación, quienes hacemos educación popular no somos espiritistas, no es un acto de magia. Es conocimiento científico si bien relacionado con lo que hacemos al conocimiento empírico.

Metodología

El Punto de Partida es la práctica senti pensada de los y las participantes: lo que hacen, sueñan, desean, sufren, opinan, conocen, y el contexto con el cual interactúan. Revisamos y reflexionamos de forma crítica nuestras prácticas y experiencias en torno a lo educativo y organizativo. Luego un momento (o varios) para la profundización y el análisis crítico: Los conflictos, las contradicciones, malestares, entusiasmos y pasiones como desafíos para formular preguntas, entender los hilos ocultos y construir nuevos sentidos. Profundizamos sobre los mecanismos de dominación dentro de la lógica neoliberal y capitalista, y cómo desde nuestras prácticas también a veces, sin darnos cuenta, reproducimos esos mecanismos; pero esta profundización nos debe de aportar pistas para la construcción de ese otro mundo posible y como luchamos para alcanzarlo.
Siempre volver a la práctica concreta y amarrar compromisos concretos y realizables que lleven a transformar. Concebimos necesario que el proceso educativo esté ligado a procesos de organización y lucha. Una vez hemos pretendido clarificar las relaciones, prácticas, concepciones para un proyecto político diferente, alternativo, popular, establecemos pistas para definir nuestra apuesta política; desde una visión estratégica, desde una postura de clase.

El rol de educadores/as en los procesos de transformación

Consideramos que desde el rol que uno juega, tiene además una opción y un compromiso político. Esta se vuelve acción en cada una de las actividades que desempeña. En ese sentido como educadores o técnicos de ONGs, también podemos ser militantes de la causa popular, en la medida que nuestro compromiso con las justas reivindicaciones y acciones políticas nos comprometan de manera determinante a bregar por conquistar los anhelos de cambio de la clase trabajadora.
El trabajo que tenemos como educadoras y educadores populares es con la gente entregada a la causa, aunque sabemos que hay otra gente que está tambaleando o son llamarada. Tenemos que revivir el espíritu en la comunidad y en los diferentes espacios donde actuamos que nos impulse a luchar. 

Revivir el ánimo del pueblo es una tarea que se nos presenta ineludible

Cuando se llega a las comunidades se renuevan las causas de la lucha. A veces creemos que vamos a la comunidad y queremos llevar un procedimiento igual a la comunidad y allí nos equivocamos porque cada quien tiene su idiosincrasia. Por ello el abordaje de un evento educativo, no es un problema técnico, es político, de una coyuntura, de una situación concreta, de las relaciones e intereses que están en juego. Depende de cómo está estructurada la organización y del papel que juega en un enmarañado y complejo contexto. 

Consideraciones

Como en toda actividad existen contradicciones entre el discurso y la práctica. Hay limitaciones en la participación. Falta formación en el tema. Hay resistencias para participar en estos procesos. Hay conductas que tienen que ver con la cultura y no van a cambiar de hoy a mañana. Por ello es importante reflexionar críticamente sobre la coherencia, de que lo que pensamos realmente se proyecta en lo que decimos y hacemos, mas con la claridad de la imposibilidad de ser totalmente coherentes.
Las dificultades presentes tienen que ver con el temor a equivocarnos, tiene que ver con la construcción de educación con la que nos han formado (dominación-sumisión). Siempre hay alguien que ordena y manda y otras personas que obedecen. En las universidades, aunque los profesores tengan una concepción dialéctica de la realidad siguen reproduciendo esquemas de un tipo de educación vertical (bancaria). La participación se construye desde el compartir una experiencia, una vivencia, pero también se participa desde las inquietudes del querer aprender. El considerar que todo se sabe es el principal obstáculo para no aprender; por ello partimos con la predisposición que hay otras miradas, otras voces que dan cuenta de esa realidad.
Las personas que participan de estos espacios formativos están ligadas a organizaciones que desarrollan luchas concretas, tienen vinculación con movimientos, y articulan su accionar con organizaciones populares. Y ese es el punto de partida desde el cual se participa. Es importante trabajar con la subjetividad, la necesidad de sentir políticamente, tomando en cuenta cómo nos conectamos con el mundo, como sujetos con sueños, con aspiraciones, con utopías, considerando que “Lo utópico no es irrealizable, la utopía no es idealismo, es la dialectización de los actos de denunciar y anunciar; el acto de denunciar la estructura deshumanizante y de anunciar la estructura humanizante. Por esta razón la utopía es también un compromiso histórico” (Paulo Freire. 1980).
Recuperar la mística en los procesos de formación, recordar porqué estamos allí, rescatar nuestra historia, cultura, valores de la lucha popular. No olvidar nuestra procedencia, la herencia de lucha de la cual somos portadores. De identificar cuales son los valores éticos que queremos integrar al modelo de sociedad que aspiramos y por el cual llevamos a cabo nuestras acciones. En la medida de lo posible tener claridad del proyecto político al cual le apostamos.
El desafío está planteado, reavivemos pues nuestras convicciones, que la tarea es dura y no hay tiempo que perder.

San Salvador, El Salvador. Diciembre de 2008.

lunes, 8 de julio de 2019

LA DEFINICIÓN DE LO POPULAR EN EL ARTE

Erick  Tomasino
erick.ajmaq@gmail.com


“Yo no canto por cantar
Ni por tener buena voz.
Canto porque la guitarra
Tiene sentido y razón”
-Víctor Jara-

No existe actividad artística de los movimientos que se definen de izquierda que luego de una presentación se grite la consigna “Viva el arte popular”, pero, ¿a qué se refieren con arte popular?, ¿qué o quién lo define como popular?, ¿será que el folklore puede considerarse arte popular? o ¿es el hecho de que cada vez mas personas se identifiquen con ese tipo de arte lo que le da ese carácter?

El Arte Popular es una cuestión difícil de definir debido a la diversidad de posiciones y visiones que existen al respecto. En primer lugar la cuestión del arte en sí como un proceso de creación estética para describir la realidad desde la visión de quien la crea, y mas aún, la definición de lo popular que es el sentido del presente artículo.

La tradición conservadora diría que arte popular es sinónimo de inculto. La concepción humanista del siglo XIX señala erróneamente que una persona tiene cultura cuando se designa a una persona que ha desarrollado cierto nivel de instrucción. Se ha dado la pauta entonces de asociar el arte popular con aquello carente de calidad, de gracia, de estética. La denominación, caracterización y determinación de las bellas artes, responde a una decisión política, utilizada por los grupos hegemónicos para establecer una relación de dominación y poder sobre los grupos marginales.[1]

Las bellas artes conllevan una tradición europea, que responde a ciertos grupos en determinados momentos históricos y muchas veces tienen poco o nada que ver con la tradición local, en la que se expresan de igual manera, una serie de símbolos y sentidos creados desde la historia y cultura local.[2] Incluso, generalmente la historia del arte, como casi toda la historia oficial, tiene parámetros de medición europeos, desvalorizando lo que no cumple con los cánones de belleza occidental. Lo europeo es arte, lo otro, en el mejor de los casos es considerado como folklore o, simplemente no es arte.

Existe la percepción de que el arte popular es aquel arte que no surge de las academias, que no es producto individual de los “profesionales del arte” que subliman el arte eurocentrista con sus cánones y estructuras de creación. En parte podríamos decir que efectivamente sí; no obstante es una apreciación a medias. El arte popular no se define tanto por su dimensión estética sino más bien por su dimensión política.

Lo popular es algo complejo. Desde una posición conservadora, de derecha, en sentido casi despectivo, contraponiéndolo a elegante, a refinado. En ese caso, lo popular es opuesto a aquello de buena calidad, por tanto más bien tosco. En otro sentido, con un carácter positivo, de afirmación -posición que encontramos en las izquierdas políticas- popular tiene el valor de reivindicación, de grito de protesta. Así, lo popular se opone a lo elitesco[3]

El arte popular es aquel que surge de los sectores que, reconociéndose oprimido por una ideología dominante, busca en la socialización de su proceso creativo, manifestado en producto u objeto de ate, romper y transformar esa lógica de dominación-opresión en arte para la liberación. Expresa los intereses populares y su sentido político es construir junto a los movimientos populares, transformar, liberar a los sectores explotados y oprimidos; oprimidos porque sufren una dominación ideológica que los limita en su desempeño y desarrollo como personas.

El artista popular está vinculado a ese ideal, en creación permanente, manifestando una unidad en el decir, el sentir, pero también en el hacer y, sobre todo, en el ser; desde una clara posición para “transformar el mundo”. Tiene además una dimensión ética de búsqueda permanente para actuar coherentemente con lo que piensa. Es su mayor nivel de sensibilidad humana e integral.

La dimensión política tampoco renuncia a la dimensión artística.

El arte generalmente se asocia como obra de arte. Desde lo popular el arte no es el objeto en sí, sino el proceso para llegar a ello y las relaciones que se producen en un contexto condicionado.

La obra artística es producto del artista con su relación con otros, con su entorno, en un contexto dado, por consiguiente es producto de un proceso y no un objeto aislado en sí. Esa interacción con el medio social, su aceptación o no, es lo que determina su carácter artístico, pasa por un proceso de socialización y hay un grupo que lo percibe y lo acepta como tal.

En la configuración de lo popular interviene lo étnico, lo sexual, el consumo, la lucha contra la represión de todo tipo, etc. Por lo tanto, la noción de lo popular puede servir para identificar la diversidad de relaciones sociales y culturales de los sectores subalternos[4]

Lo popular se refiere desde una posición de clase a aquellos actores comprometidos para cambiar su situación a través de la organización y lucha revolucionaria desde una concepción que se identifique en la actividad liberadora como eje de su concepción de mundo. Y no aquella que ocupa una acción política, ideológica para mantener las relaciones de dominación-sumisión del público al que se dirige.

El arte popular no necesariamente es un “arte de masas”. Podríamos decir que es aquel que recrea el mundo transformándolo. Pero no es su fin en sí mismo sino su punto de partida para alcanzar la transformación. Para cambiar la lógica en las relaciones del “ser con” y su medio, su entorno en un contexto determinado. “El arte popular debe ser una arte de liberación”[5]

Finalmente el arte popular no debería dejar de ser cada vez menos arte, sino que en la lógica de transformar las relaciones de poder, el arte popular sea definido solamente Arte, cuando dejen de existir las diferencias de clase y no exista una visión que quiera dominar a las otras. Sino que valorizándose y reconociéndose, sea además un proceso colectivo, social de búsqueda permanente, de encuentro constante, las subjetividades tengan significado y valor.

[1] Mariscal Orozco, José Luis. La construcción de la Hegemonía en la definición del valor en el arte popular. Portal Iberoamericano de Gestión Cultural.
[2] Mariscal Orozco, José Luis. Ibídem.
[3] Marcelo Colussi. ¿Arte Popular? Encontrado en Rebelión
[4] Zubieta. Ana María. Cultura Popular y Cultura de Masas (Conceptos, recorridos y polémica). Paidós. Argentina. 2000. p.238.
[5] Zubieta, Ana María. Cultura Popular y Cultura de Masas (Conceptos, recorridos y polémica). Paidós. Argentina. 2000. p.233.

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